lunes, 9 de septiembre de 2013

ORGULLO Y PREJUICIO ( Carta abierta de Miss Elisabeth Bennett)




Queridísimas integrantes del Club de lectura:
Mi nombre es Lady Elizabeth Darcy, aunque vosotras me habéis conocido como Lizzi Bennet. Me atrevo a escribiros porque ha llegado hasta mi conocimiento la noticia de que el más afamado Club de Lectura de vuestra época se reúne para hablar sobre mi vida, mi pensamiento, la época en la que viví y mi forma de hacer las cosas. Me gustaría unirme a vosotras mediante esta carta y contaros de alguna forma mi visión de la historia. Desde luego sabéis que eso es lo que haría si se me permitiera salir del libro de vez en cuando… 
De mi autora, mi admiradísima Jane Austen, se han dicho muchísimas cosas. Desde que era una escritora conservadora hasta que Orgullo y Prejuicio, su obra más conocida (publicada por primera vez en 1813 bajo la firma By a Lady) es una de las primeras novelas de comedia romántica. 
A mi parece basta con destacar una de las primeras frases de la novela, esa en la que se asegura que “Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”. 
Queridas integrantes del club ¿no se reduce todo a ello? ¿No es importante en vuestra época conseguir un buen marido y hacer un buen matrimonio? Nunca mi autora se ha preocupado por contextualizar su obra de forma histórica, su único interés radica en el matrimonio y en cómo se desarrolla todo en torno a este acontecimiento. Para ello Jane se encargó de describir a la perfecta sociedad inglesa poniendo la atención de una forma irónica sobre los comportamientos de sus integrantes. ¡Mi pobre amiga Charlotte Lucas es un fiel ejemplo de ello! Casada a la edad de 27 años con un párroco insoportable por no haber sido lo suficientemente rica o lo suficientemente agraciada. Y que conste que yo misma le regañé cuando me expuso éstas como sus razones para aceptar la propuesta matrimonial más descabellada que ha existido pero, en realidad, todas sabemos que sólo ella se atrevió a ponerle palabras a la verdad. 
Y es por eso que mi madre, durante la novela, sólo tiene una preocupación en la vida: casar a sus hijas. Al hecho de que la casa familiar será heredada por nuestro lejano pariente el señor Colins, se une la innegable dificultad de casar a cinco hijas sin disponer de una gran dote para ello. ¡Pobre mamá! Lástima que no haga más uso de la discreción y el decoro que mi hermana Jane y yo poseemos. Supongo que en vuestra época las cosas habrán cambiado o ¿sigue siendo excepcional que una mujer sea independiente y defienda su derecho a decidir? ¿Las madres de vuestra época apoyan a sus hijas cuando rechazan un matrimonio con una renta de más de 10.000 libras al año? 
Pero ah, amigas, los prejuicios… ¡Por ellos casi pierdo a mi queridísimo Mr. Darcy! Ese hombre perfecto que renuncia a su orgullo, a su clase social y a sus creencias y que incluso después de ser rechazado, sigue secreta y apasionadamente enamorado de mi. 
¿Os podéis creer que tuviera tanta suerte? Cada vez que recuerdo cómo mi ingenuidad y el mal hacer del malvadísimo George Wickham casi me hacen perder a este hombre arrogante, clasista y culpable en parte de las lágrimas de Jane, mi hermana más querida, ¡me enfurezco! Y eso que en la primera frase que le escuché referirse a mí afirmaba que yo ni siquiera era lo “suficientemente bonita como para tentarle”. En realidad creo que ese es el desencadenante de toda la trama. Mi ego herido me predispone a pensar lo peor de él y por eso prefiero creer a Wickham. Aunque secretamente pienso que ya, desde ese momento, estaba luchando en contra de su educación para poder amarme.
Suerte de mi que conseguí, sin hacer nada, y sólo por ser quien soy, que volviera sus ojos hacia mí. Y eso que no cuento con casi ninguno de los talentos que se consideran fundamentales para una mujer de mi época. Eso sí, afortunadamente mi autora me otorgó madurez y sensatez suficiente, a diferencia de mi hermana Lydia de la que sólo puedo decir que su estupidez casi nos busca la ruina a todas… Menos mal que, cuando se me comunicó la noticia de su huida con Wickham, Mr. Darcy estaba presente y, aunque actuó sin mi conocimiento, su generosidad y su dinero consiguen arreglarlo todo. 
Respecto a Jane Austen os diré que curiosamente ambas pertenecíamos a la nobleza agraria, concretamente al condado de Hampshire (lugar de desarrollo de Orgullo y Prejuicio) aunque ella siempre fue una mujer soltera, una diferencia destacable respecto a todas y cada una de sus heroínas que siempre provienen de la nobleza agraria y que, tras pasar una serie de desdichas e infortunios, contraen matrimonio con un hombre bueno siempre de una clase social más elevada. 
Jane vivió hasta su muerte junto a su hermana Cassandra que, al fallecer fue nombrada heredera de todos sus bienes. En vida, su hermano Henry era el que se encargaba de gestionar todo lo referido a la publicación de sus novelas. Lamentablemente su obra es corta ya que murió cuando sólo contaba 41 años de edad (hoy se cree que por la enfermedad de Addison) y dejando a medias Sadinton, la que hubiera sido su sexta novela publicada. Está enterrada en la Catedral de Winchester aunque hasta 1872 no se incluyó una placa que le reconocía públicamente la autoría de sus novelas. Actualmente su obra se incluye dentro de los clásicos de la literatura inglesa y claramente sigue causando interés porque en el año 2012 la casa de subastas Sotheby’s puso en venta en Londres un anillo de turquesa y oro que le había pertenecido y que se mantuvo en la familia durante más de dos siglos. La pieza fue comprada por 152.450 libras (244.000 €) por la cantante Kelly Clackson que declaró en una entrevista ser la propietaria de la primera joya de la autora que ha sido subastada. 

Con todo mi amor, 
Lady Elizabeth Darcy

Autora: Mireia

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