Mi primer hallazgo
literario del nuevo año ha sido la obra de David Jiménez; corresponsal de El Mundo en
Asia, escritor con varios títulos publicados (especial mención requiere su
éxito internacional “Hijos del Monzón”) y ocasional colaborador de mi querida
revista Jotdown.
Tuve la suerte de
conocerle en mi reciente viaje a Camboya; se encontraba impartiendo una charla
que tenía como temática principal “El viaje”. David nos habló sobre la importancia
del retorno a los lugares visitados, enlazándolo con las vivencias plasmadas en
su último libro, El
lugar más feliz del mundo.
Esta obra, enmarcada dentro del reporterismo literario, es el resultado de sus crónicas como corresponsal cubriendo guerras, revoluciones y desastres naturales en el continente asiático durante los últimos quince años. El título alude a la forma en que la propaganda norcoreana se refiere al lugar que sufre una de las más crueles tiranías contemporáneas.
Esta obra, enmarcada dentro del reporterismo literario, es el resultado de sus crónicas como corresponsal cubriendo guerras, revoluciones y desastres naturales en el continente asiático durante los últimos quince años. El título alude a la forma en que la propaganda norcoreana se refiere al lugar que sufre una de las más crueles tiranías contemporáneas.
Las primeras líneas del libro contienen la clave del
eterno conflicto del viajero:
“Quizá hay lugares a
los que no se debería volver. Los visitaste tiempo atrás, guardas un recuerdo
de cómo eran, de cómo eras tú cuando estuviste en ellos, y al regresar te das
cuenta que todo ha cambiado. El lugar. Tú. La nostalgia es una pésima compañera
de viaje. Te distrae de lo nuevo. Te arrastra a lo conocido. Y una vez allí te
susurra con malicia: “¿Te das cuenta?” Nada permanece. “
Sabina cantaba que al
lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver. ¿O sí? El autor aboga
por el retorno al lugar visitado como única forma de culminación del viaje.
Volver, a pesar de que nunca volveremos a experimentar las mismas sensaciones
vividas, quizás por el mero hecho de que buscamos encontrar algo que sólo encontraremos
dentro de nosotros mismos… nuestros recuerdos.
Sus suculentas crónicas
recorren los más importantes sucesos acaecidos en el lejano oriente en estos
últimos años. Sus viajes a la bella Birmania, secuestrada por una sanguinaria
dictadura militar combatida únicamente a base de consignas pacifistas por sus
gentes; entrevistas con los supervivientes de las cárceles de exterminio de Pol
Pot en Camboya o a los últimos hibakusha,
supervivientes de la bomba atómica de Hiroshima, eso entre otras muchas otras
historias, algunas vividas como corresponsal de guerra en lugares en que el
conflicto bélico se ha eternizado, como Cachemira, Sri Lanka o Afganistán.
Haciendo honor a su
oficio, no resta ni un ápice de protagonismo a sus entrevistados, héroes y
villanos. Él se mantiene prácticamente invisible; a pesar de ello, se vislumbra
en él una inusitada sensibilidad hacia la condición humana y la consciencia de
que la línea divisoria que separa el bien y el mal es, a menudo, menos nítida
que las fronteras que los seres humanos nos empeñamos en levantar, convirtiendo
repentinamente a vecinos en enemigos mortales.
Soy gran admiradora de
las aportaciones a la literatura que han hecho grandes periodistas, sobre todo
de las de Chaves Nogales, del que soy fan acérrima (ahora añado a mi lista
personal a David Jiménez). Disfruto de la perspicacia, la precisión, la
ausencia de florituras que proviene de forma genuina del estilo periodístico.
En la distancia corta,
David Jiménez aún es, hoy por hoy, más periodista que escritor; le falta
vanidad. Quizá tras haber visto lo que han visto sus ojos (muerte, desolación,
guerras) haya aprendido, tal y como recomendaba Kipling, a encontrarse con el
triunfo y el desastre y a tratarlo
como dos impostores exactamente igual.
He disfrutado tanto con este libro, que
nada más acabarlo lo he vuelto a empezar. Sólo una advertencia para los
viajeros que lo leáis: empezad a ahorrar pues dan unas ganas incontrolables de
descubrir el continente asiático (como viajero,no como turista).
Quizá no haya un lugar más feliz en el
mundo que aquel al que aún se anhela regresar.
4 comentarios:
Soy de los que piensan que es mejor volver al lugar visitado, pero sabedor de que nada de lo vivido se va a repetir. Es cerrar el círculo, descubrir el todo para llegar a la nada. Quizá una entelequia, pero a mi me funciona.
Que certera me parece tu opinión sobre la falta de vanidad de D. Jiménez. A mi me pareció una persona de peso y un profesional del periodismo cómo pocos.
Extraordinaria reseña, Violeta.
Una estupenda narrativa por tu parte, Violeta que hace tremendamente visible y clarividente tanto al autor como al libro que en ella describes, sin haberlo leido me has transmitido muchisimo de ambos., comparto la opinion de Demian en cuanto a la reseña, pienso que ese deseo que surge muchas veces de volver la vista atras, en este caso hacia los sitios visitados, sea quizas por esa necesidad del ser
humano de pensar que no vivimos alli todo lo que hubieramos querido vivir, sin darnos cuenta " como tu expresas muy bien " que las pisadas sobre nuestras antiguas huellas ya en si mismas son nuevas.
Antonio Perez ( Eleusino )
Muchas gracias Antonio por tu amable comentario. Me alegra que te hayan entrado ganas de leer el libro con la reseña, asi te apuntas a la reunion que tengamos para comentar este libro. Un abrazo
A ni también me has despertado el apetito. Quiero in Ebook ya jejeje
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