Domingo Villar apareció en nuestro club de lectura por azar. Habíamos citado a Luis Solano, fundador de la editorial Libros del Asteroide, y apareció como su acompañante ( son amigos de la infancia). Yo, que soy especialista en meter la pata cuando me pongo nerviosa, al enterarme de que era escritor le pregunté si conseguía ganarse la vida escribiendo. Algo azorado me contestó que sí, que se apañaba. Imaginad mi vergüenza cuando me enteré muchos más tarde que sus libros han sido éxitos de venta y que La playa de los ahogados ha sido llevada al cine.
El día que le conocí, aunque le traté muy poco, Domingo me generó
simpatía. Me pareció una persona humilde (en el gremio de los artistas no es la
más común de las virtudes), culta y con el típico sentido del humor gallego
(que me encanta). Al despedirles, al finalizar la charla, le invité
(estrictamente por la impresión personal que me había causado pues no tenia ni
idea de su obra)a venir a una reunión como invitado. Hoy, tras haber leído su
libro, no puedo más que dar gracias por esos encuentros fortuitos con los que
de vez en cuando nos premia el destino.
Creo que ya he reconocido en alguna reseña anterior que es posible
que sin darme cuenta me haya convertido en una snob literaria insoportable. No
es impostado. No ha sido un plan urdido a conciencia para convertirme en una seudo-intelectual wannabe. He leído mucho y he
perdido mucho el tiempo, cuando era más joven eso de perder el tiempo no
me jodía tanto como me jode ahora. Últimamente he asociado la
novela (con excepción de los clásicos) justamente a eso, a perder el tiempo.
Diría que de sabios es rectificar, pero igual no limpio mi imagen con ese tipo
de frases hechas. Con la Playa de los ahogados de Domingo Villar he disfrutado el tiempo invertido.
El detective Leo Caldas y Estevez, su escudero, me han acompañado
todas las navidades. Junto a ellos he viajado a Galicia y a las playas de
Panxon. He sentido morriña. He
añorado el sabor de los percebes y el albariño. He querido estar en ese bar,
donde los sabios se reúnen. Me he reído con la desesperación que siente Estevez
ante el típico tópico gallego. Y hasta con Alba (la ex novia del inspector Leo
Caldas) constantemente presente en su ausencia, he rememorado alguna ruptura
amorosa. Mis navidades han sido mucho mejores gracias a este libro. Tanto, que
han pasado unos días desde que lo acabé y aun sigo echando de menos a sus
personajes, como si fueran amigos ausentes.
No escribo esta reseña para devolverle el favor a Domingo por
aceptar venir a nuestro club de lectura; no consigo escribir una reseña
favorable de un libro que no me guste. Soy así de limitada. Me he decidido a
escribirla porque me ha sorprendido gratamente. Porque ha supuesto un soplo de
aire fresco en mis lecturas de olor a naftalina. Porque está bien escrita,
porque me ha encantado como refleja el imaginario popular gallego y porque
los personajes se hacen reales de lo bien perfilados que se encuentran. Por lo
que he investigado sobre el autor, todo parecido con la realidad no es mera
coincidencia.
La primera parte es algo más lenta, pero cuando la novela alcanza
su ecuador la historia deviene tan intrigante que ya no hay forma de
abandonarla. Villar consigue engañarnos pensando que hemos resuelto el caso una
y otra vez, mientras va descartando las posibilidades a las que él mismo nos ha
conducido, para terminar sorprendiéndonos con un final inesperado pero bien
hilado. Desde luego para los amantes de la novela negra es una lectura obligada (y encima española).
El libro es parte de una saga. Ojos de Agua precede a la Playa de los Ahogados, y la tercera aun está por salir. En unos días celebraremos la reunión con Domingo Villar, ya os contaré...
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