Landero, hastiado de la ficción, decide abandonar la novela sobre un jubilado que había esbozado y abrir de par en par el balcón a sus recuerdos. Se tortura preguntándose una y otra vez donde está la vida para el escritor, si en el atril con sus cuadernos o ahí fuera en "el bicherío de la calle".
Con esa diatriba comienza la que dicen que es , hasta la fecha, la novela más personal y desgarrada del autor que consiguió el premio nacional de literatura con su opera prima " Juegos de la edad tardía". Su última novela, El balcón en invierno, ha sido considerada como la mejor obra de ficción de 2014 según El Cultural , una de las diez mejores del año 2014 según Babelia y ha agotado ya la sexta edición.
Empecé el borrador de esta reseña antes de haber conocido personalmente a Luis Landero en un encuentro literario organizado por Cooltural Plans. Conocer al autor en un ambiente íntimo y relajado, fue maravilloso. Me pareció que poseía la sensibilidad de los sabios y la inseguridad propia de los genios. Sus reflexiones - literalmente magistrales -sobre la literatura y la vida me dejaron poso.
La novela está basada en hechos reales: la vida del propio autor. Hijo de labradores extremeños que, dejando la tierra atrás, llegaron a Madrid buscando un futuro urbano para sus vástagos. El protagonista se mortifica sabiendo que nunca consiguió estar a la altura de las expectativas de su padre. Un padre que, según las palabras del propio autor, era demasiado padre para él o él poco hijo para su padre.
El autor cuenta sus correrías por el barrio de la Prospe, donde creció, los intentos fallidos de su padre por hacer de él "un hombre de provecho", y hasta su carrera junto a su primo Paco -a quién le gustaba más soñar la vida que vivirla- como guitarrista profesional.
Todo ello no fue más que un mero preludio de lo que sería el acontecimiento más importante de su vida: la muerte de su padre. Evento que trastoca sus anhelos y que repentinamente le aboca a materializar su destino.
Un destino que en realidad ya estaba trazado desde su niñez. Entre los recuerdos de los veranos de la infancia en el campo y las historias de su abuela Frasca, depositaria de una sabiduría ancestral transmitida oralmente de una generación a otra. Una sabiduría hoy extinta como consecuencia de la desaparición de ese mundo rural que el escritor parece anhelar por momentos.
La mayor virtud de la narrativa de Landero es hacer poderosas las palabras humildes e interesante la gente vulgar. Como un mago insufla vida a las palabras. iluminándolas con su pluma desde su balcón, ese espacio intermedio entre la escritura y la vida.
El autor cuenta sus correrías por el barrio de la Prospe, donde creció, los intentos fallidos de su padre por hacer de él "un hombre de provecho", y hasta su carrera junto a su primo Paco -a quién le gustaba más soñar la vida que vivirla- como guitarrista profesional.
Todo ello no fue más que un mero preludio de lo que sería el acontecimiento más importante de su vida: la muerte de su padre. Evento que trastoca sus anhelos y que repentinamente le aboca a materializar su destino.
Un destino que en realidad ya estaba trazado desde su niñez. Entre los recuerdos de los veranos de la infancia en el campo y las historias de su abuela Frasca, depositaria de una sabiduría ancestral transmitida oralmente de una generación a otra. Una sabiduría hoy extinta como consecuencia de la desaparición de ese mundo rural que el escritor parece anhelar por momentos.
La mayor virtud de la narrativa de Landero es hacer poderosas las palabras humildes e interesante la gente vulgar. Como un mago insufla vida a las palabras. iluminándolas con su pluma desde su balcón, ese espacio intermedio entre la escritura y la vida.
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