viernes, 4 de octubre de 2013

RAYUELA (I)

RAYUELA (I)

Rayuela es un libro que me provoca sentimientos encontrados: lo he leído y me ha encantado, pero entiendo perfectamente a la gente que lo odia. Al principio resulta tan enrevesado que no puedes evitar acordarte de la señora madre de ese escritor cabezón, cejijunto y cultureta, que no para de hablar de vanguardias y metafísica. Pero luego no quieres dejarlo. Quieres seguir la búsqueda con el protagonista, la búsqueda de la unidad del ser, del cielo, de La Maga, de lo que quiera. Lo odias y lo quieres.

Vayamos a lo serio
Rayuela está considerada como una de las novelas centrales del “Boom latinoamericano”, un fenómeno editorial de los años 60 en el que sus autores comenzaron a publicar obras experimentales y de marcado carácter político (en aquella época, América Latina estaba que daba penita). A este movimiento pertenecen tanto Cortázar como García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, por lo tanto: ¡gracias, Boom Latinoamericano!

En el caso de Rayuela, los temas centrales giran en torno al desarraigo y el exilio. El juego de la rayuela consiste en alcanzar una casilla llamada cielo dando saltitos. La novela es la búsqueda constante de esa casilla llamada cielo. Como se descubre al final de la primera parte, el cielo no está encima de la tierra, sino en la superficie de esta, pero a alguna distancia, al cual uno se acerca de manera similar a como los niños juegan a la rayuela.

El nombre
Según Cortázar, en un principio el libro se iba a llamar Mándala (mándalas son complicados diagramas utilizados en el hinduismo y el budismo para representar el cosmos) pero que, como le resultaba un nombre pretencioso, lo llamó Rayuela. Yo me inclino más a pensar que lo de Mándala le gustaba pero sus amigos le amenazaron con partirle la cara si lo llamaba así.

La Maga existe
En el año 2010, La Nación (periódico argentino) publicó una entrevista con Edith Aron, la que dice ser La Maga de Rayuela. Edith y Julio se conocieron en un barco de Buenos Aires a París y se volvieron a ver en el Boulevard Saint Germain. Se volvieron a encontrar por casualidad más veces y más adelante, tuvieron una relación. La anécdota del entierro del paraguas es real y el mismo Cortázar reconoció que le había dedicado el libro. Sin embargo, a diferencia de la novela, la relación acabó porque Cortázar se casó con otra mujer.




 

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