martes, 11 de noviembre de 2014

Reseña de "Canciones de amor a quemarropa", de Nickolas Butler

Escribo estas líneas oyendo The Weight, de The Band, uno de los temas que según Nickolas Butler, autor de Canciones de amor a quemarropa, incluiría en la playlist de la novela. Justo acaba y empieza a sonar Girl from the north country, de Bob Dylan... Por la ventana abierta de mi casa entra el bullicio del tráfico de la madrileña calle de Alcalá, pero hace rato que no lo oigo: estoy en el Medio Oeste americano, en un pequeño y apacible pueblo de Wisconsin llamado Little Wing. Allí crecieron Henry, Lee, Kip y Ronny, cuatro amigos a los que la vida -el trabajo, la ambición, el dinero... un clásico- fue separando. Y allí, precisamente, se reencuentran con motivo de la boda de uno de ellos. Henry es el vecino perfecto, casado con Beth, su amor del instituto; Lee se ha convertido en una estrella mundial de la música ; Kip es un calculador broker de la gran ciudad, y Ronny es un vaquero de rodeo al que una lesión dejó fuera de combate.

Narrada en primera persona, con las voces alternas de cada uno de ellos y música country de fondo, esta novela coral es una historia de amistad, con todo lo que la amistad conlleva cuando los años pasan y se hurga en sus rendijas: lealtad, admiración, rivalidad, secretos, perdón... Pero también es una historia de soledad y de la necesidad de pertenencia a una comunidad, de la búsqueda de tus raíces, y de cómo -por muy lejos que la vida te lleve- sientes el empuje de buscar tu camino a casa. Y es, además, casi una oda a la naturaleza: desmedida, implacable, maravillosa aliada y enemiga inclemente; a lo largo y ancho de la novela, los campos de siembra, la nieve infinita, los bosques... dan cuerpo a un personaje con identidad propia.

Pasando las páginas, el lector quiza espera (...y espera) que pase algo. Pero ésa no es la intención de Butler. El autor hace una foto de la realidad y no la pasa por ningún filtro artificial para aumentarle el brillo. Emplea un tono sencillo, honesto, sin pretensiones, para desenredar una trama urdida con estas mismas características. El fondo se diluye en la forma. No hay giros narrativos extraordinarios, ni sorpresas de última hora. Pero, ¿acaso las hay en un pueblo perdido de la América profunda, donde la vida se ve pasar lenta, silenciosa y sin imprevistos desde la barra medio vacía del bar de veteranos? Hay quien puede caer en tachar a los personajes -a sus pensamientos y a sus sueños- de previsibles. Para mí eso es lo auténtico, lo más evocador de la novela, su lenguaje narrativo te marca esa cadencia impasible de la vida en esa zona rural de Estados Unidos.

Canciones de amor a quemarropa te habla de tú a tú de las pequeñas cosas de la vida, que son al final las grandes. Al otro lado del charco, la novela, editada en España por Libros del Asteroide, es el fenómeno indie del año y ha tenido tanto éxito que ya se habla de la posibilidad de llevarla al cine. Yo, por si acaso, voy comprando las palomitas.


Autor: Patricia V






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