Escribo estas líneas
oyendo The Weight, de The Band, uno de los temas que según Nickolas
Butler, autor de Canciones de amor a quemarropa, incluiría en la playlist
de la novela. Justo acaba y empieza a sonar Girl from the north country, de Bob
Dylan... Por la ventana
abierta de mi casa entra el bullicio del tráfico de la madrileña calle de
Alcalá, pero hace rato que no lo oigo: estoy en el Medio Oeste americano, en un
pequeño y apacible pueblo de Wisconsin llamado Little Wing. Allí crecieron
Henry, Lee, Kip y Ronny, cuatro amigos a los que la vida -el trabajo, la
ambición, el dinero... un clásico- fue separando. Y allí, precisamente,
se reencuentran con motivo de la boda de uno de ellos. Henry es el vecino
perfecto, casado con Beth, su amor del instituto; Lee se ha convertido en una
estrella mundial de la música ; Kip es un calculador broker de la gran
ciudad, y Ronny es un vaquero de rodeo al que una lesión dejó fuera de combate.
Narrada en primera
persona, con las voces alternas de cada uno de ellos y música country de
fondo, esta novela coral es una historia de amistad, con todo lo que la amistad
conlleva cuando los años pasan y se hurga en sus rendijas: lealtad, admiración,
rivalidad, secretos, perdón... Pero también es una historia de soledad y de la
necesidad de pertenencia a una comunidad, de la búsqueda de tus raíces, y de
cómo -por muy lejos que la vida te lleve- sientes el empuje de buscar tu camino
a casa. Y es, además, casi una oda a la naturaleza: desmedida, implacable,
maravillosa aliada y enemiga inclemente; a lo largo y ancho de la novela, los
campos de siembra, la nieve infinita, los bosques... dan cuerpo a un personaje
con identidad propia.
Pasando las páginas, el lector
quiza espera (...y espera) que pase algo. Pero ésa no es la intención de
Butler. El autor hace una foto de la realidad y no la pasa por ningún filtro
artificial para aumentarle el brillo. Emplea un tono sencillo, honesto, sin
pretensiones, para desenredar una trama urdida con estas mismas
características. El fondo se diluye en la forma. No hay giros narrativos
extraordinarios, ni sorpresas de última hora. Pero, ¿acaso las hay en un pueblo
perdido de la América profunda, donde la vida se ve pasar lenta, silenciosa y
sin imprevistos desde la barra medio vacía del bar de veteranos? Hay quien
puede caer en tachar a los personajes -a sus pensamientos y a sus sueños- de
previsibles. Para mí eso es lo auténtico, lo más evocador de la novela, su
lenguaje narrativo te marca esa cadencia impasible de la vida en esa zona rural
de Estados Unidos.
Canciones de amor a
quemarropa te habla de tú a tú de las pequeñas cosas de la vida, que son al final
las grandes. Al otro lado del charco, la novela, editada en España por Libros
del Asteroide, es el fenómeno indie del año y ha tenido tanto éxito que
ya se habla de la posibilidad de llevarla al cine. Yo, por si acaso, voy
comprando las palomitas.
Autor: Patricia V
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