“Los síntomas del amor son los
mismos del cólera”... el que crea que es una cita desmesurada e hiperbólica no se
ha metido en la piel de Florentino Ariza , protagonista de esta historia de amor que tiene lugar en algún pueblo del caribe colombiano de finales del SXIX.
Reconozco, y estoy segura no haber sido la única, que tras el reciente
fallecimiento de Gabo he sentido un fuerte deseo de retomar su obra.
Al revisar las lecturas que tenía pendiente, caí en la cuenta que no había leído esta novela que el propio escritor consideró como su mayor logro literario y la que siempre consideró llegaría a ser más exitosa. Quizá, él mismo no pudiera ser objetivo ya que está inspirada en los amores de juventud de sus padres, a quienes incluso llegó a entrevistar, fiel a su condición de periodista, plasmando (según cuenta ) la versión literal de los hechos tal como sucedieron en los inicios de su romance.
La capacidad descriptiva del autor es tan asombrosamente evocadora que casi se pueden distinguir los olores y colores propios del Caribe, el azul transparente de sus aguas, el cantar de sus gentes y el estruendo de sus tormentas tropicales. El idílico escenario no impide que el cólera y las sucesivas guerras civiles asolaran con crudeza a Colombia durante el Siglo XIX y principios del XX. Por la forma en que se mezclan la ficción y la realidad histórica en el relato parece encontrarse más cerca de lo “real maravilloso”, término acuñado por Alejandro Carpentier, que del propio “realismo mágico” que ha popularizado el propio Gabo.
Las primeras cien páginas del
libro son sublimes, en ellas somos testigos del nacimiento de ese amor febril
entre Florentino y Fermina, de la correspondencia entre ellos, de sus encuentros
furtivos , de las poesías y serenatas de violín con el que la ofrenda y finalmente, de la oposición del padre de ella al
casamiento por estar destinada exclusivamente a alguien de apellido y rancio abolengo.
Con ningún tema se consigue
enganchar más al lector que con amores imposibles e infructuosos. Todos los
hemos padecido. Todos nos conmiseramos con los que lo sufren. Nada hay más
consumidor para el espíritu y la carne
que un amor contrariado.
Sin embargo, el protagonista va
mas allá y dedica toda su vida a
prepararse para convertirse en un hombre lo suficientemente digno para su amada.
Su determinación es encomiable, pero una vida puede hacerse muy larga si el único
destino apetecido está ligado a la voluntad de otro ser distinto a uno mismo. La
línea que separa el amor de la obsesión es a menudo inadvertida por el amante.
Me confieso más cercana al amor
que siente Juvenal Urbino por su esposa y con el que ella le corresponde, ese
amor que se va “inventando” con los años. El que muere todas las noches tras hacer el amor y hace falta volver a
construir por la mañana. Ese amor de
amigos, de cómplices, de compañeros vitales que quizá mientras se vive uno se pregunta si es o no amor, pero que te proporciona una estabilidad y
una seguridad tan necesaria para enfrentar los embistes de la vida. Pero quizá
yo no sea exactamente una romántica sino una militante de la amistad en todas
sus vertientes amorosas.
La novela está llena de frases y
reflexiones memorables sobre el amor, el matrimonio, el sexo o la vejez ..... y en ella se reflejan las distintas formas
posibles de amar a través de los distintos personajes. El amor del protagonista
es el más épico porque no hay nada más heroico que perseverar y ganarle la partida a un destino que no nos es favorable por haber nacido en baja cuna. Conseguir
en esas circunstancias un final feliz, bien merece a nuestro protagonista haber sufrido cien años de
soledad o más….
Autor: Violeta
Pd. Acompaño a esta reseña un vídeo del celebre escritor, hablando de esta novela.
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